El Barrio Obrero, el barrio ecléctico

19 / December / 2017

Es muy común para los onubenses pensar que tenemos una provincia preciosa y que sin embargo la ciudad se queda corta. Desde Siente Huelva queremos reivindicar la ciudad como lugar único también. Aquí hay lugares con encanto y nos gustaría llevarte de la mano y que los conozcas, los disfrutes y los sientas con nosotros.

 

Esta vez nos hemos ido a dar un paseo por el Barrio Reina Victoria, popularmente conocido aquí como Barrio Obrero. Y lo hemos hecho en muy buena compañía. Caminaba con el equipo de Siente Huelva por esas calles con nombres de letra la arquitecta y urbanista Alicia de Navascués, que hoy día es uno de los nombres importantes, y fundamentales incluso, para comprender nuestro patrimonio. No en vano Alicia ha formado parte de la Comisión Provincial de Patrimonio (Consejería de Cultura) por el Colegio Oficial de Arquitectos de Huelva.

 

Nos encanta su visión pues desde su profesión defiende un modelo de urbanismo equilibrado y coherente con la preservación del medio ambiente, del paisaje y del patrimonio cultural. Y además es una luchadora que reivindica una arquitectura accesible para todos que garantice la igualdad de las personas.

 

Desde esa óptica hemos visitado este lugar tan curioso de la ciudad, un punto distinto en el plano de Huelva que merece sin duda un buen paseo que invite al disfrute y también a la reflexión de quiénes somos y de donde venimos.

 

Comenzamos nuestro paseo desde abajo, desde ese arco de la puerta principal dedicado a la Reina Victoria de Inglaterra. Una entrada que en su día estaba custodiada por un guarda que vivía allí mismo, en una de las casas mejor conservada del barrio, quizás porque ha estado cerrada mucho tiempo y se ha librado de muchos de los desvaríos arquitectónicos que el resto de conjunto sí ha padecido.

Comenzamos nuestro paseo desde abajo, desde ese arco de la puerta principal dedicado a la Reina Victoria de Inglaterra

 

Ahora convertida en cafetería, es un auténtico placer para los ciudadanos y los que vienen de fuera. Nos podemos sentir orgullosos de llevar al amigo guiri a tomarse una cerve a este rinconcito especial.

 

Y nuestra imaginación va volando con la historia que nos cuenta Alicia, de cuando aquí no había nada, sólo un cerro, el de San Cristóbal, en manos privadas, rodeado por los cabezos tan típicos de la fisionomía de la ciudad de Huelva. Los antecedentes nos llevan a remontarnos a la colonización inglesa que la ciudad experimentó en el siglo XIX.

 

La compañía de minas se vio con la necesidad de construir un espacio de viviendas para sus trabajadores. El sitio era ideal, alejado de la marisma, zona inhóspita por aquel entonces (aunque hoy día se construya alegremente). El cerro permitía unas condiciones higiénicas estupendas en cuanto a saneamiento, ventilación y mucha luminosidad para las viviendas. Los ingleses se quitaban así de un plumazo un temido conflicto social, al darle a los obreros viviendas dignas.

 

El alemán Guillermo Sundheim facilitó a la compañía la compra del terreno y se plantea entonces un barrio que sigue un criterio completamente novedoso en la época y bien alejado de nuestra tradición de modelo de ciudad compacta mediterránea. Es el concepto de ciudad jardín, que implica viviendas unifamiliares adosadas con un pequeño jardincito, muy vinculado a la tradición anglosajona. Nos parece de lo más normal ahora, pero entonces no lo era.

 

Desde luego, los que hemos tenido la suerte de vivir o pasar tiempo de nuestra niñez en el Barrio Obrero, sabemos la apertura que suponía alejarse de esos edificios altos y calles con poco espacio para venirse aquí, a jugar a la plazoleta, ver algo de verde, tirarse por la “resbalaera” de albero y escuchar a los gorriones a la caída de la tarde. Algo mágico para muchos niños de nuestra generación (nuestro equipo tiene de media treinta y pico años).

 

Vamos caminando con uno de esos atardeceres preciosos que nos regala Huelva, por la estructura de trama reticular, con dos calles longitudinales y 9 transversales, y una disposición de parcelas relativamente iguales. A veces nos parece que esto no es Huelva. ¡Es tan distinto!

 

Y nos vamos fijando bien en todas las casitas, y lo primero que nos salta a la vista es, que si bien puede parecer un barrio homogéneo, no lo es. Cada construcción es diferente, es un barrio sin duda ecléctico que mezcla elementos arquitectónicos de aquí y de allá.

 

Nos va explicando Alicia, para que comprendamos mejor esta amalgama de sabores, que el barrio se construyó en dos fases.

Cada construcción es diferente, es un barrio sin duda ecléctico que mezcla elementos arquitectónicos de aquí y de allá

 

La primera le fue encargada a dos arquitectos municipales, Pérez Carasa y Aguado, y Carasa tenía ese estilo de trabajo, era ecléctico en sí e imprimió sin duda ese carácter al Barrio Obrero.

 

En esa primera fase (1916-1919) se levantaron casa bajitas, de una sola planta, agrupadas de tres en tres y en forma de T. Ya en una segunda fase (1919-1929) entra en juego un arquitecto inglés, Morgan, responsable de introducir modificaciones sobre todo en lo que respecta a la apariencia externa. Comienzan entonces a aparecer diferentes elementos decorativos y casas ahora de dos plantas con cuatro viviendas por planta.

 

Nos vamos recreando la vista con esos colores: rojos, azules y verdes sobre fachadas encaladas, el punto andaluz del conjunto. Con el ladrillado, importado del modelo anglosajón, o las estructuras de madera más típicas de casas del norte de Europa. No hay una casa igual que otra. Es de alucine ver frontones, pilastras, pináculos, impostas, recercados o vuelos de los tejados tan distintos entre sí. La teja plana es otra característica que imprime personalidad al sitio por ser puramente inglesa.

 

Observamos también los distintos desniveles y los pequeños taludes que conservan muchas de las casas.

 

En un de ellos unos vecinos han aprovechado para cultivar esponjas vegetales, tan comunes en otros tiempos. Nos encanta, porque es un producto sostenible y ecológico que además reactiva la circulación sanguínea. Y está aquí, creciendo en mitad de la ciudad.

 

Y llegamos sin duda al punto más curioso del lugar, una hilera de casas con un punto esotérico y que del que aún no se ha logrado averiguar con exactitud el motivo de su existencia. Se trata de fachadas con distintos símbolos como cruces templarias, estrellas de cinco puntas (¡como si estuviéramos en Texas!) y de seis (la estrella judía) y por último el plato fuerte, una cruz gamada del revés. A nosotros, como buenos frikis que somos, se nos va la vista a otro símbolo que recuerda a los Space Invaders.

 

Nos quedamos pensando en cómo debió de cambiarle la vida a muchas de las personas que llegaban de los pueblos a vivir al Barrio Obrero. Muchos venían de no tener agua corriente o un wáter en sus casas. Aquí sí había. Y la luz era gratis, aunque no tenían corriente eléctrica las 24 horas. Unos limitadores a modo de cajas negras, a los que los vecinos llamaban chivatos, controlaban el gasto.

El Barrio Reina Victoria fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con la con la categoría de conjunto histórico en 2002

 

El Barrio Reina Victoria fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con la con la categoría de conjunto histórico en 2002, tras un proceso larguísimo que empezó en 1977, cuando aún no existían las autonomías y era más complicado lograr una acción de este tipo.

 

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